RELACIONES DE PODER EN EL LENGUAJE

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Por Nico Llentrisca Riedel

“La lengua reproduce la realidad. Esto hay que entenderlo de manera mas literal; la realidad es producida de nuevo por la mediación del lenguaje” (Benveniste, 1989: 26)

Expresiones como “Qué poca madre” o “chingue su madre”, que utilizamos para insultar o para nombrar algo con negatividad en contrasentido del “qué padre” que utilizamos para referirnos a algo bueno hacen que, consciente o inconscientemente, reproduzcamos el heteropatriarcado en nuestro leguaje cotidiano a través de expresiones que minimizan al género femenino.

Históricamente las mujeres no han sido reconocidas como seres humanas con el mismo valor que los hombres; discriminadas por ser mujeres, han sido invisibilizadas y excluidas en todos los ámbitos incluyendo el lenguaje, al suponerse el neutro del masculino genérico como la norma de nuestro idioma.

Nuestro contexto social y cultural se encuentra en un constante proceso de transformación, el idioma refleja la sociedad y se adapta a nuevos contextos y, al revés, desde el lenguaje puede ser impulsada una transformación sociocultural. El idioma español, reflejo de nuestro contexto sociocultural, apenas ha evolucionado en términos de igualdad de género y diversidad sexual.

Por poner algún ejemplo podemos decir que en el año 1952 las Naciones Unidas incorporaron en su declaración universal de los derechos humanos, el derecho de las mujeres a votar y ser votadas, mientras tanto en discursos políticos de este 2018 seguimos escuchando discursos dirigidos a hombres, asumiendo que las mujeres se “deben acoplar” al termino masculino olvidando que el lenguaje ha evolucionado desde una discriminación que comúnmente nos invisibiliza.

Si hablamos de “los hombres” en la clase de historia de la escuela, en vez de se hablar de de la humanidad o de hombres y mujeres mutilamos el derecho de las niñas a sentirse parte de la historia de su país, estado, región o comunidad. Lo que no se nombra no existe. Nombrar a las niñas significa una valoración de su presencia en vez de subordinarlas al género masculino.

El proceso de transformar el lenguaje se encuentra frente a una fuerte resistencia ya que implica el esfuerzo de deconstruir lo que hemos aprendido y cambiarlo. Pero el poder del lenguaje no debe ser subestimado, expresiones como “Qué poca madre” son mensajes subliminales arraigados en nuestra conciencia que terminan construyendo una realidad. ¿Qué es lo que estamos diciendo exactamente: que la madre es culpable y el padre no tiene la obligación de estar presente?

El lenguaje ocupa todos los espacios en los que interactuamos, puede reforzar estereotipos e ideologías pero también puede fungir como herramienta de transformación. Modificar el lenguaje es modificar la realidad construida desde un modelo heteropatriarcal hacia una realidad más incluyente para todos y todas, evitando la subordinación de un género a otro.

Existen diferentes propuestas para un lenguaje incluyente de forma escrita una es sustituir la “o” y la “a” por una @, por ejemplo: “L@s ciudadan@s estamos hart@s de ser explotad@s”. Otra es sustituir estas vocales por una “x”, esta variante hace énfasis en la eliminación del género binario para dar paso a una forma de cabida para todas las identidades sexo-genericas posibles. Otra variante es utilizar la “e” que al ser una vocal no desmonta estéticamente el texto y además tiene sonido, por lo tanto, funciona para el lenguaje hablado: “Les ciudadanes estamos hartes de ser explotades.“
Para modificar el idioma desde su raíz patriarcal Claudia Guichard Bello en su libro “Manual de comunicación no sexista, hacia un lenguaje incluyente” propone una serie de variantes de aplicación de lenguaje incluyente, este manual lo pueden encontrar en internet (vea el Manual aquí: http://cedoc.inmujeres.gob.mx/documentos_download/101265.pdf)

Tomemos conciencia de los estereotipos que reproducimos a través de nuestras palabras, no solo acerca de la discriminación de género, también de raza, clase social, estereotipos de belleza y otras normas que nos ha impuesto el sistema capitalista heteropatriarcal
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